Arq. Paola Gómez
Desde hace algunos años, se ha estado
debatiendo acerca de los diseños urbanísticos en la ciudad de Maracaibo que dan
la espalda a su lago. Hemos visto una construcción desmedida de edificaciones
que suelen funcionar para sí mismas, privando a sus usuarios de las bondades
naturales que se presentan en la ciudad.
En este sentido, hemos visto con cierto
desdén, como los núcleos de vegetación que existen desaparecen para dar paso a
nuevas edificaciones y hemos sido partícipes muchas veces de intervenciones que
reflejan la carencia de un sentido ambientalista, que respete las condiciones y
necesidades del medio biológico para preservarse, sin percatarnos, o sin
querernos percatar, que éste nos afecta directamente.
Ahora bien, los sistemas de manglares
funcionan de manera tal, que se consideran un ecosistema en sí, pudiendo
mitigar de algún modo, parte del impacto que se produce en las ciudades por la
generación de emisiones móviles de vehículos (material particulado) y por la
carencia en el manejo de los desechos sólidos de la ciudad; permitiendo la
absorción de dióxido de carbono (CO2) y la expulsión de oxígeno (O2),
así como, la disminución de la erosión que se produce, producto de los cambios
en el oleaje del lago.
En el caso del intercambio de gases, los
manglares así como los demás pulmones vegetales de la ciudad, juegan un papel
importante dentro de este proceso y allí es donde radica la importancia de
trabajar bajo los lineamientos descritos dentro de la Ley del Ambiente y
considerar las áreas que se encuentran bajo régimen de administración especial
(ABRAE) a fin de poder hacerlas sustentables en el tiempo, sin dejar de
considerar la repoblación de zonas que han sido desforestadas o que requieren
aumentar su volumen para poder minimizar los efectos de la contaminación en la
ciudad y mejorar la calidad del aire de la misma.
Dentro de la cotidianidad del marabino,
los sistemas de manglares presentes en las riberas del lago de Maracaibo, han
sido objeto de vandalismo, de la falta de conciencia ambiental de los
ciudadanos, así como de los cambios climáticos que han afectado al planeta en
los últimos años. Además, la presencia de los manglares en la ciudad ha sido
poco valorada, pues en muchos casos, la disposición de los entes
gubernamentales de proveerles de promoción, ha sido insuficiente; sin dejar de
lado la falta de mantenimiento de los mal llamados parques ecoturísticos que
tanto se promueven a nivel regional y solo han logrado abrir una brecha aún más
grande a favor de la delincuencia.
En el caso particular de los Manglares Capitán
Capitán Chico, en el municipio Maracaibo y los manglares ubicados dentro del municipio
insular Almirante Padilla, la situación de estos se repite, pues si bien se les ha permitido su
preservación, estos son deteriorados por los mismos pobladores y muchas veces,
fungen como aliados de los rateros y piratas del lago que atacan a sus víctimas
en horas donde la oscuridad los favorece.
Es importante destacar que mientras no
se creen y sobretodo, no se respeten las políticas y reglamentos ambientales
que protegen dichas zonas, no escaparemos de una realidad que aunque parece
lejana, se encuentra más cerca de lo pensado, pues día a día somos
contribuyentes del deterioro de los biofiltros de la ciudad, sin considerar que
de ellos depende no convivir en un medio aún más hostil.
El problema principal sigue pareciendo
ser sociocultural, pues continuamos alejados del concepto de sustentabilidad y
de esa conciencia ambiental que se requiere para poder dar los pasos que
debemos dar para estar a la par de los grandes países que se encuentran a la
vanguardia en términos de ambiente.
Fuentes electrónicas:
Los Manglares. Disponible en: http://azulambientalistas.org/manglares.html. Fecha de la consulta: 25-06-2018
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